La isla de las Especias

Mensajes desde una isla. Viajes, libros, películas, otras islas....

miércoles, 12 de noviembre de 2008

LA ISLA DE LOS PECES


El dibujo es de Ángela

Me cuesta recordar Utila ( Islas de la Bahía, Honduras). La mención del nombre únicamente trae a mi memoria imágenes de peces, barcos y corales. El motivo no son sólo sus pequeñas dimensiones ( 13 km. de largo por 5 km. de ancho) ni el hecho de que exista una sola población con una calle central, ni que no haya montañas , ni ríos... sino únicamente el hecho de que en el agua que la rodea se encuentran extensos arrecifes coralinos, continuación del de Belice, el segundo después de la Gran Barrera australiana.

La primera inmersión en los cayos cercanos es una experiencia inigualable. La pared vertical que se pierde en las profundidades, está repleta de colores y formas irreconocibles, hay seres diminutos y desconocidos que se mueven entre anémonas, corales como trompetas, bosques de gorgonias , esponjas, estrellas de mar. En algún lugar aparece la cabeza de una morena que abriendo la boca intenta atemorizarnos, pececillos descarados que nos besan la piel; algas que se enredan en el pelo; gambas que con sinuoso baile corren a esconderse ; calamares que en perfecta formación van cambiando de color si los perseguimos; alguna manta perdida que emprende el vuelo. Colores estridentes que pasan a la carrera: azules eléctricos, amarillos, rojos, verdes, violetas, con formas extrañas que se pelean , que se comen, que se cortejan...
En realidad es como estar en una gran pecera donde basta dejarse llevar por la corriente, sintiendo la ingravidez de tu cuerpo , cómo el oxígeno de la botella que llevas en la espalda y que ya no pesa , entra en los pulmones y sale, ascendente , en forma de burbujas, para que todo un mundo incomprensible y fascinante pase por delante de tus ojos. En ese momento ya sólo queda disfrutar.

Por eso no recuerdo Utila, por eso no me acuerdo cómo era; por eso no logro situarme en ningún sitio mientras rugía el huracán o nos atacaban los mosquitos con su picante veneno. Por eso sigo buscando esa especie de útero materno acogedor y peligroso a veces; por eso me costó tanto salir de allí.



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